DIA CONTRA LA DEPRESION

 DIA MUNDIAL CONTRA LA DEPRESION



Entre 2001 y 2002 se llevó a cabo la Encuesta Nacional de Epidemiología Psiquiátrica (ENEP), que es representativa de la población urbana entre 18 y 65 anos ˜ de edad20 . Se les entrevistó en sus hogares con el Composite International Diagnostic Interview (CIDI), el cual es un instrumento diagnóstico computarizado alineado con los criterios de la OMS y de la Asociación Psiquiátrica Americana establecidos en el DSM-IV1,21,22 . Los resultados indicaron que la prevalencia del EDM alguna vez en la vida fue del 7.2%, con una proporción de 2 mujeres por cada hombre (9.8% y 4.4%, respectivamente). Los análisis para identificar la edad de inicio de este trastorno mostraron que el 2% de la población adulta mexicana había padecido un EDM durante la infancia y/o la adolescencia, con un predominio mayor de mujeres de casi 3:1 (2.8% y 1.1%, respectivamente). Visto desde otro ángulo, entre toda la población adulta que ha padecido un EDM alguna vez en su vida, el 27.5% lo tuvo antes de los 18 años  de edad. Cabe señalar  que la probabilidad de tener un siguiente EDM fue 1.8 veces mayor entre quienes iniciaron en la niñez o la adolescencia. 

Las personas con EDM temprano tuvieron el doble de episodios a lo largo de su vida en comparación con quienes su inicio fue en la adultez (6.8 vs 3.1 episodios, respectivamente). Es obvio que si las personas recibieran tratamiento en su primer EDM, sería menos probable que padecieran otro. De hecho, los resultados de la ENEP mostraron que la mayor cronicidad de la depresión con inicio temprano se debió a la falta de detección temprana y tratamiento oportuno, y no solo por haberse iniciado en la infancia o la adolescencia. En 2005 se llevó a cabo la Encuesta de Salud Mental en Adolescentes de la Ciudad de México, con el mismo método que la ENEP. La prevalencia de EDM durante el último ano˜ en los adolescentes fue del 4.8%23 , mayor a la reportada por la ENEP en adultos: el 1.1% en hombres y el 2.8% en mujeres. Por otro lado, la prevalencia del conjunto de los trastornos de ánimo (TA) en los adolescentes durante el último ano˜ fue del 7.8%23 . 

Al analizar esta información según la ocupación de los adolescentes (estudia y/o trabaja, o ninguna10), se observó que la prevalencia de los TA fue menor en quienes solo estudiaban (5.5%), y fue aumentando en quienes estudiaban y trabajaban (10.1%), en quienes solo trabajaban (11.3%), y aún mayor entre quienes no estudiaban ni trabajaban (13.3%). Como se ha observado, los datos hasta aquí reportados han derivado del instrumento diagnóstico CIDI, cuyo modo de aplicación es mediante una entrevista en formato computarizado, y cuyo personal requiere haber sido capacitado y certificado previamente. Ello elimina ciertos sesgos que afectaron investigaciones previas. A continuación se presenta una revisión de los resultados obtenidos en una población de adolescentes en México con la Escala de Depresión del Centro de Estudios Epidemiológicos (CES-D)24 . Este es un instrumento de tamizaje originalmente diseñado  para detectar probables casos de depresión en población adulta, que actualmente es utilizado en diversas poblaciones de varias partes del mundo. 

Como instrumento de tamizaje es económico en material y tiempo de aplicación (consta de 20 reactivos) y es autoadministrable, además de que permite detectar sintomatología depresiva elevada o malestar depresivo. Un primer estudio realizado en México, en 1999, con estudiantes de secundaria de 12 a 15 anos ˜ de edad, aplicando la CES-D24 , permitió identificar una prevalencia del 16.3% de sintomatología depresiva elevada (‘malestar depresivo’, de acuerdo con la definición conceptual de Angold6 , y cuyo punto de corte se establece para cada sexo de acuerdo con la media más desviación estándar), con una proporción ligeramente mayor en las mujeres (18.2%), que en los varones (14.4%)25 . Posteriormente, se realizaron otros estudios con dos cohortes (2002 y 2006), también con estudiantes de secundaria entre 12 y 15 anos ˜ de edad en el Centro Histórico de la Ciudad de México, aplicando la versión revisada de la CESD (CES-D-R26), otro instrumento de tamizaje que incorporó 15 reactivos adicionales a la versión original de la CES-D y extendió el tiempo de evaluación a dos semanas, a fin de evaluar conforme a los criterios diagnósticos del EDM establecidos en el DSM-IV mediante un algoritmo computarizado. Los resultados obtenidos indicaron que el 8.2% de los estudiantes cursaba con un probable EDM, con predominio de las mujeres en proporción de 5 a 1 (13.5% y 3.8%, respectivamente). Las categorías de ‘‘altamente probable EDM’’ y 152 C. González-Forteza et al. ‘‘probable EDM’’ conjuntaron el 12.3% global, con una proporción cercana a 1:1 entre mujeres y hombres (12.9% y 11.7%, respectivamente). 

La categoría de ‘‘depresión subclínica’’ se identificó en casi la tercera parte de la población escolar, en el 31.5%, y una prevalencia del 36.6% para las mujeres y del 27.3% en los varones. Esto puso de manifiesto síntomas notorios de depresión que no rebasaron el umbral clínico necesario para establecer un diagnóstico de EDM, pero que indicaron la presencia de problemas emocionales de importancia que requieren prevención. Al analizar, en conjunto, la información de estudiantes de secundaria en planteles distribuidos por el estado de Michoacán y del Centro Histórico de la Ciudad de México, se observó que la prevalencia de síntomas clínicos de EDM fue del 12.4%, con predominio en las mujeres del 17.8% y en los hombres del 7.7%. La prevalencia de estudiantes con síntomas en el umbral subclínico que requirieron un tipo de atención preventiva fue de poco más de la cuarta parte de la población escolar (con el 27.3%), y en proporción cercana de 1:1 entre hombres y mujeres (con el 28.5% y el 25.9%, respectivamente)27 . 

En una encuesta con estudiantes de bachillerato, en el estado de Sonora, se identificó una prevalencia de malestar depresivo del 10.5%, con una proporción de 2 mujeres por cada varón (13.6% y 6.4%, respectivamente)28 . Para abundar en los datos, la Tabla 1 ofrece una síntesis de las características y resultados de diversos estudios mediante el uso de la CIDI y del CES-D/CES-D-R. En resumen, la problemática depresiva se presenta en jóvenes y adultos, y en México, como en muchos otros países, con una mayor proporción de casos entre las mujeres. Los jóvenes en condiciones socio-urbanas más conflictivas muestran tasas más elevadas de depresión.

Los datos epidemiológicos que se centran en la prevalencia de los trastornos de ansiedad en México indican que son los trastornos mentales más comunes; de manera general, en la población mexicana cerca del 14-15% de los individuos presentaba algún trastorno de ansiedad, y desafortunadamente esta prevalencia aumenta hacia el 18% en población infantil y adolescente (Marín, Martínez & Ávila, 2015).

La ansiedad es una respuesta emocional compleja, “se activa ante procesos de evaluación y reevaluación cognitiva, permite al sujeto relevar y analizar información relevante sobre la situación, los recursos y el resultado esperado, para estratégicamente actuar en consecuencia” (p. 43). Su función es adaptativa lo que permite prepararse eficazmente para lidiar con situaciones que de manera anticipada, son catalogadas como aversivas. Cuando su intensidad es moderada moviliza mecanimos para la resolución de problemas, además impulsa el desempeño físico e intelectual, lo que promueve adaptarse a situaciones y contextos novedosos, inesperados o desagradables (Díaz & De la Iglesia, 2019).

Como respuesta ante eventos de tal naturaleza, es deseable que suceda; no obstante, cuando su intensidad sobrepasa los límites normales y hay una sobreexposición a situaciones adversas, deja de ser adaptativa, presentándose una serie de respuestas psicofisiológicas disfuncionales que en palabras de Marín, Martínez y Ávila (2015)  merman la salud mental, como experimentar un nudo en la garganta, sensación de desmayo, dolor de estómago, llanto, o sensación de paralizarse. También pueden aparecer síntomas somáticos, como robotización, temblores, tensión muscular e incluso crisis de angustia. Junto con el cuadro fisiológico, la respuesta de ansiedad como un trastorno incluye síntomas cognitivos como tendencia a autoevaluarse negativamente, susceptibilidad elevada a la crítica, baja autoestima, tendencia a temer evaluaciones indirectas, o mostrar limitadas habilidades sociales.

La importancia clínica de este trastorno está dada por la intensidad del miedo, el nivel de malestar que ocasiona y su grado de generalización, es decir, la cantidad de dimensiones sociales a las que se tema, su cronicidad, o tiempo de duración del trastorno y el impacto que tiene en la vida del individuo, lo que se relaciona con el grado de evitación de las situaciones sociales temidas y con las limitaciones que presenta (Díaz & De la Iglesia; 2019, p. 47).

En este sentido, los trastornos de ansiedad a diferencia de la respuesta de ansiedad, genera una alteración en la salud de la persona, presentando diversos síntomas que producen malestar disminuyendo con ello la calidad de vida; en este estudio, se hace alusión a los trastornos de ansiedad como tal.

La ansiedad en los adolescentes ha cobrado relevancia en materia de salud pública debido a las afectaciones en su calidad de vida y al incremento en la prevalencia. Las repercusiones en población adolescente afectan los diversos ámbitos de la vida, alterando las formas de relación, su estado anímico por el intenso malestar interior, y el sentimiento que se tiene de no ser capaz de controlar los sucesos futuros, poniendo en riesgo procesos adaptativos. Las enfermedades mentales contribuyen en la morbilidad, discapacidad y mortalidad prematura, como problema de salud,  los trastornos de ansiedad constituyen un desafío, el cual es necesario enfrentarlo, ya que de no hacerse, a futuro existirá una generación de jóvenes adultos y adultos, con trastornos mentales severos que los incapacitara para llevar una vida funcional (Quiñonez, Pérez, Martínez & Cordero, 2015). 


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